29 de abril de 2009

CASI CASI COMO LOS DE BALZAC


Cuando los intereses de Guy Fabillanc se orientaron más a la lectura inculcada por el párroco que a correr al ganado o romper contra el suelo del granero los huevos que las gallinas incubaban celosamente y que servían de alimento a la familia, tal como hacían sus hermanos menores, Monsieur Fabbillanc conversó con su mujer si no sería conveniente ahorrar un porcentaje de la venta de las cosechas durante diez años y enviarlo a París, de modo que los sacara de la miseria una vez que fuera célebre abogado y atendiera casos en un bufete de la ciudad.
Al enterarse de estos propósitos, Blas, el hermano segundo de los ocho hijos de Monsieur Fabbillanc, albergó una intensa envidia contra Guy, a quien imaginaba valsando en salones de París, con mujeres hermosas, o acudiendo a los Bufos o La Opera , mientras él se deslomaba echando fardos con una hoz al sol de Provenza, secando su sudor con un pañuelo sucio y abanicándose con un sombrero de paja lleno de agujeros, puesto que sería imposible ahorrar su soldada para adquirir otro sombrero que lo protegiera de las inclemencias del sol del Mediodía, considerando que deberían enviar todos los ahorros al perezoso Guy.
Charles, el tercero, viendo los preparativos en los que la madre acudía a un usurero para adquirir un atuendo decente y citadino para el hermano mayor, entró en un mutismo que no abandonó hasta la fecha de su muerte en 1895.
Los tres restantes eran tan limitados para la reflexión y aún para la percepción de la realidad, que no creyeron que valiera la pena abandonar la sana diversión con que reían hasta babear, que consistía en perseguir cerdos tomándose de la diminuta cola cuyos traseros adornaban, para resbalar en el cieno y la inmundicia y hasta para recibir, cada tanto, mordiscos y desgarros por parte de las bestias que, al verlos entrar al corral, gruñían proféticamente. Por lo tanto, sólo se enteraron que Guy ya no dormía junto a ellos en el granero , recién cuando habían pasado tres semanas que al muchacho ya no se lo viera por la granja.
El menor, Ferdinand, admitió cuando lo interrogó la policía, que no logró perdonar a su hermano mayor Guy Fabillanc, que diera por sentado que sería abogado apenas llegara a París, por lo que, aprovechando la cosecha, lo degolló limpiamente dentro del granero con una hoz reluciente, mientras los tres insuficientes mentales perseguían cerdos, Charles no contestaba a sus padres que le preguntaban por el paradero de Guy, y Blas se compraba un sombrero nuevo para atajarse del sol en la futura siega.

7 comentarios:

  1. me gustò , corto y contundente...y el final, a pesar de ser terrible, resulta como esperado . y que sigan estas sorpresas intercaladas con las historias de las Arias!

    ResponderEliminar
  2. ya vienen, ya vienen.... la musa me enontrará trabajando.....

    ResponderEliminar
  3. Epa, los acontecimientos se precipitan! Me gustó mucho!
    (Maríajus desgmailzada)

    ResponderEliminar
  4. Coincido con la señora Wilt, estas perlitas se agradecen!

    ResponderEliminar
  5. no puedo evitar pensar en la gallina degollada... que bueno!

    ResponderEliminar
  6. Un ambiente sórdido logrado de lo mejor y los personajes actúan así tal cual lo pide ese ambiente, básico y sin retorcidas excentricidades mundanas.
    Clau, conocés el concurso Hespérides de La Plata, es serio, si te interesa te paso datos,crispalomo

    ResponderEliminar

Deberán mentir hipócritamente si estas historias no les gustan, so pena de esperar mi saludo en la cola del supermercado y ver con desesperación que doy vuelta la cabeza, repentinamente interesada en el precio de la salsa tártara