22 de abril de 2009

DISQUISICIONES SOBRE LA PIEDAD


En el preciso momento en que Verónica Arias llegaba a su casa, una vez que dejara a Trini en la guardería quince minutos después, antes de almorzar, y previamente a que regresara al Observatorio, con una canasta de feria cargada de carpetas cuyo peso le producía una intensa puntada en la escápula, fue atajada por su hermana Constanza en la reja, al parecer después que la estuviera esperando estoicamente allí algunos minutos.
- Te llamé tres veces. ¿Tenías el celular apagado?- sin saludarla, de un modo anormalmente ansioso para ella.
- ¿Eh?- Verónica tenía la costumbre, desde que comenzó a hablar, de repreguntar para que le recuerden la intervención y antes de que lo hicieran, responder – No sé, ni idea. No lo llevé, creo.- Constanza se mordió los labios con un gesto de insatisfacción frente a su falta de hábito ante las conductas de Verónica, a las que sentía que debería haberse acostumbrado, a esta altura, como para preguntarle bonitamente por qué no había atendido el celular, siendo que era más que seguro que lo habría dejado toda la mañana entre las sábanas de su cama o en el baño, puesto que un ser con las características de Verónica era la candidata perfecta para perderlo, olvidarlo o dejarlo caer en una zanja y llorarlo durante un año.
- Bueno. ¿Vas a comer ahora?- quiso cambiar rotundamente de tema.
- ¿Eh? Sí, claro. A las tres tengo que estar en el Observatorio-
- Uh- se quejó Constanza que, como no trabajaba, todos los horarios de sus hermanas le parecían ridículos y les demandaba persistentemente un café, una salida al centro o una visita un miércoles a las diez de la mañana. - ¿Tan temprano?-
- ¿ Eh? Es la una, Constanza. Tenemos dos horas- contestó con gran especulación Verónica. - ¿Te pasa algo?
- Y sí….- comenzó – Como pasarme, me pasa…. Sí - casi convenciéndose.
Cada vez que las hermanas recibían esa respuesta de una de ellas, se alarmaban como si la otra le revelara que tenía cáncer e iba a morirse en tres meses. Tenía para ellas la misma trascendencia que tuvieran una deuda millonaria, que se pelearan con Amanda, que uno de los hijos más grandes se llevara una materia o que uno de los chiquitos se golpeara o tuviera tos. Abrían desmesuradamente los ojos, se quedaban expectantes, vociferaban ¡¡¡QUÉ PASÓ!!! antes de que quien tuviese el conflicto, terminara de catalogarlo como grave o una boludez. Efectivamente, según los modos urgentes que tenían de relacionarse entre ellas, Verónica se enfrentó con su hermana, dejando la llave en la cerradura como si no importara más nada en el mundo:
- ¿Qué pasó?- suponiendo, por orden, divorcio, enfermedades o estados melancólicos.
- Entremos- sugirió Constanza dándole a la escena más misterio. Verónica la estudiaba con la mirada.
- ¿Eh? Te separaste- adivinaba.
- No, boluda. Todavía no.- comprometió Constanza. Verónica la miró como si sintiese un taladro en el alma. Todo lo que fuese poner a prueba sus sentimientos y adaptarse a nuevas situaciones, la sumía en un miedo cerval. Todavía recordaba lloriqueando la fiesta de casamiento de Bárbara y el vals que hubiera bailado con Santiago Miralles antes de que éste volara de la vida de su hermana pretendiendo asegurar su salud mental.
- ¿Cómo todavía no? ¿Te vas a separar? ¿Que pasó? Te metió los cuernos- volvía a adivinar, sin moverse de su lugar, aún con la llave en la puerta.
- ¿Podemos entrar, Verónica?- la amonestaba ya, haciendo un movimiento convulsivo arriba de la mano de su hermana sobre la llave, como para acelerar de una vez por todas el trámite de entrada, que ya estaba durando cerca de 15 minutos.
Verónica se dejó arrastrar por Constanza hacia el comedor diario, caminando delante de ella con medio cuerpo estirado hacia atrás, procurando, con esta forma incómoda de avanzar, que la hermana juzgara que la zozobra por conocer su problema era imperiosa, y que no soportaría ni un minuto más de demora. La otra la empujaba con la mano en la espalda, como quien lleva un reo al patíbulo, con la cabeza baja y con ininteligibles sonidos sincopados Dal, dal…. Apurat…Vam….
En realidad, Constanza siempre había sido quien albergaba en sí varias características que las otras hermanas poseían en estado puro. Carola era naturalmente más racional, Bárbara más impulsiva y Verónica más babieca, particularidades que se enseñoreaban de sus estructuras reales, propiciando que todas sus actitudes respondieran exactamente a su esencia serena, intempestiva o bobalicona. Pero Constanza, a veces parecía ser serena e inquisitiva, a veces desbordada o fóbica, a veces, un poco tonta. Era como si su forma de ser se perfilara como la de todas y la de ninguna, y muchas veces Pablo, en conversaciones que lo desorientaban y lo sacaban de foco, le largaba, no tanto para herirla como para reencontrarla Ya estás hablando como Carola o, ¡Pará un poco! ¡Parecés Bárbara!, réplicas que a ella la dejaban tan confundida, que estaba todo el día siguiente preguntándose si era que carecía de un contorno personal o que su marido, según ella reaccionara como Carola, fuera un machista, como Verónica un benefactor, o como Bárbara, un reverendo hijo de puta.
Ahora, Constanza, sin embargo, mostraba su real catadura, aquella que de chiquita revelara cuando le hubiera anunciado a su maestra de segundo grado que había nacido en Brasil, sencillamente porque la mujer hubiese preguntado a los niños si alguno era oriundo de otro país. A ella le resultó tan encantador ser brasileño, que levantó su manito y aseguró con absoluta soltura que era extranjera. Era arriesgadamente fantasiosa, y pasaba con tal facilidad entre el mundo de la realidad y el mundo de la ficción, que más de una vez hubo de confesar mentiras ridículas e insostenibles, puesto que, a quien le había dicho que Bartolomé estaba operado de hernia inguinal, por ejemplo, lo repetía delante de Pablo, quien era un dechado de veracidad y le lanzaba una mirada como para asesinarla ya que no tenía corazón para desmentirla y humillarla delante de la gente. Lo peor, era que ante el cuestionamiento que su marido le hacía una vez que los que escucharan sus mentiras se hubiesen alejado, ella respondía frescamente Bueno, qué se yo… Me dio lástima que al chico lo operaban y le metí ese bolazo, para que no se angustie, respuesta que a Pablo lo hacía sonreír si estaba de buen humor, o desear internamente empujarla del auto si había tenido un día difícil.
Verónica puso en la mesa dos individuales primorosos, y sacó de la heladera una bandejita transparente con ensalada que dividió en dos platos. Constanza la dejó hacer, y antes de que la otra se sentara a almorzar después de estar durante seis horas en una banqueta con las piernas acalambradas anotando extraños símbolos en una carpeta una vez que alejara su ojo del telescopio, le largó:
- ¿Esto comés?- con la mano en la mejilla y alzando el índice para señalar la vianda.
- ¿ Eh? Somos vegetarianos, Constanza.- aclaró Verónica como si la hermana no lo supiera ya desde hacía diez años. Ella asintió con un gesto resignado, manifestando con éste, un categórico malestar frente a las extravagancias de los naturistas, y comenzó, en tanto que Verónica quedaba con la masticación inmóvil frente a las declaraciones que escuchaba:
- Bueno. Resulta que me encontré en la calle con Julia Biondini. ¿Te acordás? – muletilla inútil, puesto que Verónica apenas si se acordaba de los nombres de su grupo familiar, por lo que, lógicamente, negó con la cabeza – ¿No? Buéh… Era una compañera mía de la Secundaria, que el padre era taxista, ¿No te acordás? –
- ¡No, boluda, dale!- impaciente, Verónica se servía agua en una copa de vino y volcaba la mitad por seguirla.
- Bueno. Era una compañera mía. Ella siguió Derecho y creo que se recibió. La cuestión es que hacía como mil años que no la veía, y... Te juro, boluda… me dio tanta pena. Si te acordaras… Era una mina flaquita, re linda, delicada… No sé. Me acuerdo que en la Fiesta de Egresadas tenía un vestido di-vi-no – imprimiéndole a la primera sílaba una intensidad desmesurada.- Bueno….- dejó en suspenso para que Verónica sufriera más de preocupación, ya que aún no veía la relación existente entre el divino vestido de Julia Biondini y la supuesta separación conyugal que Constanza hubiese insinuado.
- ¿Pero y qué tiene que ver?- preguntó por fin.
- Está gorda como una vaca- remató- Me costó reconocerla. Me tuvo que decir el nombre. Gorda, enorme, gigante. –
- ¡Uh, pobre!- se compadeció Verónica- Igual, no entiendo. ¿Te vas a separar de Pablo porque tu amiga está gorda, boluda?- Constanza se irguió ofendida frente a la insolvencia de Verónica para aventurarse en nuevos horizontes y resultar, a veces, tan tremendamente juiciosa.
- No, estúpida. Está gorda porque parece que se le desencadenó una enfermedad hormonal después que tuvo al tercer hijo
- ¡Ah! – Se acordó Verónica – Como Carla….
- ¿Y quién es Carla? – repreguntó ahora Constanza, feliz de encontrar a alguien que Verónica mentara y ella no conociera, tal como hubiese ocurrido con Julia Biondini, su compañera obesa. Verónica apuró la respuesta, como si fuera un trabajo enorme ubicar a Carla Hirsh.
- La prima de Francisco que vive en Houston-
- Mucho gusto. Ni vos la conocés – recordando, sí, que los Hirsh tenían primos en Estados Unidos.
- ¡Pero sé que se enfermó después del tercer chico, che!- aclarando que su memoria era selectiva pero existente.
- ¡Bueno! ¿¡Qué me importa la prima de Francisco?!¡Escuchame!- exigió Constanza – Después de que se le desencadenó la enfermedad,….- se interrumpió y se puso de pie para dar más dramatismo a las dificultades familiares de la pobre Julia - ¡SE LE MURIÓ EL MARIDO!-
Verónica quedó anonadada. Le parecía literalmente una enormidad que alguien pudiera enfermarse y engordar descomunalmente, y, por si esto fuera poco, ipso facto se muriera el marido.
- ¡No me digas, pobre mina!- se apiadó por segunda vez. Constanza arremetió, rápidamente, como para que no se detuvieran en el detalle más importante de toda la conversación:
- La cuestión es que a mí me dio tanta lástima, que le dije que yo también era viuda…. – esperando la reacción de Verónica, que no sólo no fue la esperada, sino que además ocurrió a destiempo, puesto que después de unos segundos de mirarla con los ojos excesivamente abiertos y de echar la espalda para atrás, le deletreó:
- ¡Estás chapa, boluda! ¿ Para qué le dijiste eso?- Constanza sentía que había acudido a la hermana equivocada, dado que en ningún momento, desde que hubiera sido atajada en la puerta, Verónica la había serenado, sino más bien había logrado excitarla más y la había enfrentado con la verdadera gravedad de sus fantasías, lo cual, de ningún modo la ayudaba en estos casos, en los que creía que relatar justificando sus mentiras, significaba no haberlas pronunciado.
- ¿No te digo?- argumentó – Me dio pena… no sé… para que no se sienta tan mal –
Verónica le dio una contestación cuya sabiduría le dio vueltas en la cabeza hasta cuatro días después del incidente:
- A la mina le importa la muerte de su marido, no la del tuyo, Constanza.
¿Mirá si se entera Pablo?- intervención frente a la cual, su hermana puso cara de circunstancia, y casi al borde del llanto, confesó:
- Es que se enteró-
Y entonces, Constanza dio cuenta a Verónica que la gorda estaba al tanto de su casamiento con Pablo Smart, por una prima de una amiga en común de la época de la secundaria. Y lo peor, que Pablo había sido compañero de dos o tres cursadas durante la época de la Facultad de Derecho, de la que ambos hubiesen egresado en 1994, detalle que merecía que a veces ella, que se dedicaba a Derecho Civil, le recomendara casos de Contencioso Administrativo, rama que Pablo ejercía casi exclusivamente desde el año en que se hubiera diplomado.

5 comentarios:

  1. Me gusta la descripciòn de los gestos de las hermanas...en este y en todos...
    Verònica un poco colgada pero parece que no era tan tonta...
    Muy bueno!

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  2. las colgadas a veces dan sorpresas tremendas!!!! Mi hija es así, tal cual, Verónica Arias

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  3. pobre Constanza! ....es tan Constantemente solidaria con las desgracias ajenas...que no puede evitar pasar por una loca, como se vuelve de esto? jajajaja, buenisimo!

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  4. Me gusta como le das vida a los personajes, casi los puedo visualizar con completa nitidez! Un gusto leeros.

    Gracias por leerme a la vez.

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  5. estoy segura de que significa algo que pregunte por la comida.
    jajaja hasta el más minimo detalle.

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Deberán mentir hipócritamente si estas historias no les gustan, so pena de esperar mi saludo en la cola del supermercado y ver con desesperación que doy vuelta la cabeza, repentinamente interesada en el precio de la salsa tártara