2 de mayo de 2009

ROJO, BLANCO Y RENO

Trinidad Hirsch estaba sufriendo de un modo atroz ante los ojos redondos de Félix, que aseguraba eso con tanta porfía, que ella, al principio recelosa y hasta extrañada de que su primo, el futbolista de Boca Juniors, pudiera creer semejante sacrilegio, ahora, ante esos ojos evidentemente veraces, se debatía con gran angustia en su corazón, decepcionada frente a todos los grandes que le habían mentido de tal manera y la habían hecho felicísima sin que ella necesitara serlo con embustes tan heréticos.
Pensó si Sol estaría al tanto y pasaría a engrosar la lista de los que ya había decidido tachar de sus vínculos más cercanos, o había también sido traicionada como ella, lo cual la aliviaba frente al futuro incierto, de chica abandonada mendigando en los semáforos con un acordeón, ya que, al menos, estaría con Sol, que sabía llamar por teléfono y se sabía entero un tango que le había enseñado la abuela Amanda. Con esas defensas en la vida, seguramente sobrevivirían, pero si la hermana también la había engañado, se veía bajo un puente con chicos despeinados y los zapatos enormes, sola y sin ver nunca más a la mamá ni al papá, ni a la abuela Amanda, que siempre le sugería cosas interesantes, como, por ejemplo, hacerse la desmayada cuando la estaban retando.
Buscó a Sol en el estar, donde veía televisión con Catalina y Bruno, y la llamó con un movimiento de su dedito hacia ella, pero Sol estaba ocupadísima creyendo que tenía como 18 años delante de Catalina y diciendo palabras groseras como re boluda o conchuda, y riendo con unas carcajadas tan estridentes que ni la escuchó. La llamó, escondida atrás de la pared que dividía el estar y el pasillo ¡¡¡¡SOL!!!!! , pero sólo recibió un ¡QUÉÉÉ´! completamente inservible. De ninguna manera iba a preguntarle semejante cosa frente a los primos mayores, sin la certeza cartesiana de la gravosa verdad que le hubiera dicho Félix mientras estaban jugando a los palitos chinos, dado que, como ella era extremadamente hábil para sacar palitos sin mover ninguno y él era torpísimo puesto que los movía a todos sin distinción de color,se notaba a las claras que se había puesto envidioso hasta el pensamiento innoble, por lo que le largó el apotegma Papá Noel no existe. Son los padres.
Ella quedó asustada, perpleja, llena de inseguridades Está loco, llena de terror Entonces tampoco existen los Reyes , desasosegada e inquieta Se lo voy a contar a mi mamá, esperando que alguien le resolviera tal incertidumbre Le voy a preguntar a mi papá. O a Sol….., pero esa tarde de verano, ni Verónica ni Francisco estaban en Tortuguitas, por ser un día de semana de diciembre en que todos los grandes estaban trabajando en sus Observatorios, salvo la Tía Constanza que los estaba cuidando y hablaba por teléfono, de modo que mejor ni se le ocurriera llamar su atención, ya que le pondría cara de estar escuchándola y estaría atenta a la otra persona; nunca a ella, que traía una pregunta que le definiría de ahora en adelante si era o no verdad que los grandes son colosales mentirosos, que Félix era un ser lleno de inmoralidad y que Papá Noel nunca más bajaría por la chimenea a dejarle justo justo lo que venía pidiendo desde el 20 de noviembre aproximadamente. En realidad, mejor dicho, que nunca había bajado, en tanto que ella estaba segurísima de haber visto, inclusive, una luz roja y unos cuernos de reno simpático que hasta una vez, según creyera, le había guiñado un ojo, sólo a ella.
Sintió frío, ganas de llorar, ganas de abrazar a Verónica y aspirarle el olor del cuello, ganas de que, aunque sea, apareciera la abuela Golde, o el abuelo Sammy, que tal vez le mostrara en el diccionario una palabra rarísima para hacer rimas con ella y que se le pasaran las ganas de morirse rápidamente. Mientras suponía que era invisible, que no había nadie en toda esa casa maldita que la reconociera como Trinidad Hirsch, la nena más inteligente de todas las escuelas de Buenos Aires, sintió la mano de Félix que le tocaba el hombro. Al volverse, casi ilusionada, lo escuchó seguir asegurando la herejía:
- No existe… son los padres. ¿No sabés que en verano no están encendidas las chimeneas? ¿ Por dónde entra, a ver?- Ella tuvo unos insensatos deseos de que Félix se transformara en alguna alimaña pisoteada por alguien hasta que le saliera una baba verde del cuerpo destrozado, porque por un momento supuso que venía a disculparse. Se juró a sí misma llevar a cabo una venganza aleccionadora para todos los futbolistas de siete años que les dicen a las nenas más inteligentes de todas las escuelas de Buenos Aires alguna verdad que ellas no han preguntado, y entonces, dio con la solución:
- ¡ Bruno!- llamó
- ¿ Qué ,Trini, preciosa Trini, la más soberana preciosidad de las esferas celestes?- le contestó Bruno, según siempre le hablara con palabras graciosas y que sonaban tan hermosas desde su altura de chico tan grande de la secundaria.
- Félix dice que Papá Noel son los padres- acusó sin sentirse culpable, convencida de que el castigo que deberían concederle a Félix Filardi era, como mínimo, meterlo preso hasta que cumpliera trece años, o catorce, y que sería Bruno el fiscal que pidiera la pena.
Bruno miró a Félix apretando los dientes y poniendo cara de calavera, pero al rato dulcificó la mirada y lo señaló, agarrándose la barriga como para sofrenar las carcajadas que era evidente que lo descomponían casi hasta hacerlo vomitar:
- ¡Por dios! ¿ Cómo? ¿ Entonces no existe? ¡ Qué pavada tan grande! ¿ Y quién me trajo a mí, entonces, la remera negra y la malla roja el año pasado?
- Papá y mamá- contestó Félix repentinamente interesado en un felpudo que estaba allí desde antes de que nacieran todos los hermanos y primos. Sabía que tenía la partida perdida y que seguramente le esperaba un palizón de los que no se olvidan, pero debía continuar con la verdad, aunque el cobarde de Bruno quisiera congraciarse con la pendeja malcriada de tres años.
- Félix, Félix…. Vos estás loco de remate…. Es como decir que no existe el sol porque de noche no lo ves, pedazo de tarado- y dio media vuelta e hizo como si aterrizara en el sillón, porque, además, era medio saltimbanqui.
Trini recuperaba inmediatamente la sonrisa. Amaba a Bruno hasta necesitar asfixiarlo de los besos que le daría por defenderla de la iniquidad y la envidia de Félix. Ahora ya no se sentía abandonada por sus padres ni futura niña sucia debajo de los puentes. Se sentía poderosa, con más y mejores argumentos para afirmar,cuando alguien quisiera ponerle en duda sus creencias más claras y definitivas.
No era rencorosa, por lo que invitó a Félix, que se había quedado apoyado en la puerta metiendo debajo del viejo felpudo sus botines sucios de barro, con la desilusión de no haber logrado hacerla sufrir, a retomar el partido de palitos chinos. Después de aceptar el convite, y, al parecer, olvidado de su acto indigno, salió corriendo y gritando por el pasillo :
-¡ PERO IGUAL NO EXISTEEEEEE!-

9 comentarios:

  1. Este me trajo recuerdos, yo todavìa no iba al jardìn de infantes cuando mi prima me contò y el efecto fue devastador

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  2. todos los primos son unos reverendos hijos de puta, Jenny.... No hay ninguna duda

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  3. Somos, o mejor dicho, hemos sido, por lo menos en la infancia...

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  4. Hola Claudia.
    Este relato me gustó muchísimo. Y puesto que somos adictos a las fantasias -iba a decir mentiras- que nos inoculan poéticamente nuestros cultos de los que no escapamos. Y es que siempre alguien, nuestro angel más cercano, que nos protege de la realidad injusta y frívola pues siempre queremos vivir en nuestros jardines privados junto a nuestras invenciones personales y adquiridas. Ciertamente que no falta el picado. Caerá en la cuenta del crimen?
    Un saludo!

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  5. Es el duro oficio de perder la inocencia.No?
    Gracias por pasar

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  6. DIVINO!!! TIERNÍSIMO!!! COMO SI ELLA HABLARA PERO CON PALABRAS DE ADULTO.ME ENCANTÓ ESTE CUENTO, CLAUDIA!!!!

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  7. me gustó, y así como hay primos desilusionadores, estan los primazos como Bruno, que ya viene demostrando la buena madera...o será que es mas grande y la maldad de la niñez la dejó atrás?

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  8. Brunito es un bombón. Es el mayor de los primos, y eso es mucho, pero mucho

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  9. amo a bruno y .. a Papa Noel

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Deberán mentir hipócritamente si estas historias no les gustan, so pena de esperar mi saludo en la cola del supermercado y ver con desesperación que doy vuelta la cabeza, repentinamente interesada en el precio de la salsa tártara