19 de diciembre de 2010

PODRÍAS SER EMILY





En algún momento, lo sabés.

No se trata, por supuesto, de un saber canonizado ni auténtico. Es un saber a gatas, que pareciera destellar en el fondo de tu cerebro, haciendo de él un andrajo triste, pero lúcido. Luego retorna a ser el que era, porque el saber se ha marchado.
Pero vuelve y vuelve…. Y ahora lo que te produce es una angustia atroz.
Angustia por música, por historia del arte, por nombres de calles, por fotos viejas, donde aparecés joven y sin canas, más gorda o más flaca, menos dura, menos mágica, menos cosa de chicos.
No sabés bien qué elegir…. Si el saber que te alberga fantasmas posibles, temidos, monstruosos o deformados; o la angustia que te lleva a los cantos de sirenas, que también son seres monstruosos que te devoran.
Entonces te quedás inmóvil y blanca, como la muerte ajedrecista, cara de sueca, cara de mirar las nubes, pero sin soñar, sólo mirándolas, como un idiota al que lo aturden los ruidos de la calle.
Sin embargo áspirás al movimiento, a la semana trajinada. Nada peor que la quietud cuando hay vacaciones, o navidades, o fin de año o Reyes. Ves cómo todo el mundo comparte sus horarios para comprar regalos o adornos para el árbol, y lo peor es que alguna vez también vos lo hiciste, por lo que añorás.
Y, además de la angustia del saber que te paraliza, tenés nostalgia.
Nostalgia que es lo mismo que la nada. Se duele por algo que ya pasó, que no regresará, que nunca más tendrá la contundencia del suceso, como aquel vestido rojo de seda, aquel cenicero en forma de paloma color verde, aquel CD con dúos, aquel ventilador comprado cuando se cortó la luz.
Saber, angustia, nostalgia…..
Fracaso, muerte, dolor….
Sabés, además, o intuís, o preferís pensar, que esto va a pasar.
Como las heridas en tus rodillas de chica torpe en la Calle Colón. Me aguanto ahora, total después lo voy a contar como algo que ya pasó….. Ilusa, chica torpe ilusa, tenés todas las rodillas llenas de agujeros, con tierra y pedregullo.
Como tus impulsos. Hacé lo que te dicte el corazón. Aunque sea analfabeto, chica tonta ilusa, miradora de nubes en viajes largos, contadora de kilómetros cada diez cuadras.
Como tus dolores. Analgésicos, analgésicos, analgésicos. ¿qué me va a pasar? Pobre chica necia, creyente aún en la suerte, omnipotente y boba, instalada en el lugar exacto donde morirse es como si tomaras agua, tomaras un colectivo o compraras cigarrillos.
Esto no va a pasar, porque ahora sabés.

Sabés que está el cuarto con la biblioteca ,con libros y floreros, con divanes blancos y muchos vidrios que dan a la ciudad. Sabés que tenés que quedarte ahí, no asomarte, porque te vas a asustar. Muchísimo te vas a asustar del precipicio que te espera. No te asomes.
Quedate allí, sentate, sacá un libro.
Podría ser Cervantes, podría ser Cortázar, podría ser Stevenson o Chesterton. Podría ser Borges. Podrías ser Emily Dickinson, podrías ser las Brönté, podrías ser Virginia Woolf.
Podrías ser quien querés ser, pese al saber que te acorrala, que te empuja a subir, que te salva, que te abraza antes de que te asomes y, sin ver los libros, te tires al precipicio.

1 comentario:

  1. Ay Caludia!!!! qué elocuente manera de contar las prisiones que el saber nos impone y a su vez sus más blancas libertades... Cua´ntas veces siente uno lo mismo? ahora por ejemplo, ahora... Gracias por compartir este espacio, esta vida, esta próxima Navidad conmigo!
    ABRAZSO y BESOS

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Deberán mentir hipócritamente si estas historias no les gustan, so pena de esperar mi saludo en la cola del supermercado y ver con desesperación que doy vuelta la cabeza, repentinamente interesada en el precio de la salsa tártara